En Sinfonía del hombre fósil se lee mitología, orfismo, surrealismo, una escritura que está más allá de las mismas palabras, intensas y únicas, constructoras de paisajes y estados en los que transita un pasar que, lejos de una cronología, se superpone en imágenes, palabras e interpelaciones a «un amigo», a un «compañero» que puede llegar a ser aquel confidente construido en los primeros versos del libro.
Ay compañero;
tu rasgada piel de animal quebradizo,
ay, hombre, muriendo e inconcluso,
hombre de intentos pétreos,
de prohibidas féculas candeales.
¿De qué espiral renacerá tu canto,
de qué aullido infantil se hará tu corazón?
Indudablemente Stella escribe para ser leída varias veces, el libro aparenta brevedad, pero no en la densidad y compleja forma de apropiarse del mundo, haciéndolo suyo nos conmina a sentir el espesor y a escuchar el canto vivo que resuena toda vez que leemos su escritura, esa voz viva y fuerte que resiste el paso del tiempo.